ArtÍculo de Gonzalo : PROYECTO SOBRE ESCUELAS COMPASIVAS
El Proyecto Escuelas Compasivas es el estudio más ambicioso que se ha
llevado a cabo hasta ahora sobre un programa de salud y bienestar en las
escuelas primarias y secundarias de los Estados Unidos. Este programa está
centrado en el cultivo del cuerpo y de la mente de los estudiantes, integrando
apoyo académico, salud integral, educación socio-emocional y el desarrollo
de un carácter compasivo. La investigación liderada por la Universidad de
Virginia espera tener un impacto en la educación a nivel nacional en los EE.UU.
debido a su gran escala: el proyecto involucra a nada menos que 50 escuelas con
20,000 niños, con un seguimiento de seis años (2014-2020). Les invito a ver
este interesante vídeo (subtitulado) sobre el proyecto:
En la página web del proyecto señalan que el
objetivo es educar al niño integralmente para la auto-conciencia y la
comprensión de sí mismos, integrando mindfulness para el manejo del estrés;
movimientos y posturas contemplativas y ejercicios de respiración para mejorar
la conciencia corporal y la agilidad; educación nutricional para que
aprendan a alimentarse más sanamente; y habilidades sociales y emocionales para
generar mejores relaciones interpersonales. Los estudiantes de
primaria aprenderán a cultivar la concentración, la empatía, la conexión y
el bienestar como la base del éxito académico y personal.
Si bien este proyecto es único en su envergadura, dista de ser el primero
en explorar el impacto de la integración de mindfulness, compasión y
habilidades socio-emocionales en el aula. A partir del año 2007, el Reino
Unido ha incluido mindfulness en el currículo escolar de manera regular y
el interés en el potencial de las practicas contemplativas en el contexto
escolar ha aumentado sistemáticamente en ese país desde entonces.
Actualmente, la Universidad de Oxford está implicada en un estudio controlado a gran escala (con un presupuesto de
10 millones de dólares) para investigar si mindfulness puede aumentar la
resiliencia en adolescentes. Este estudio incluirá a 6,000 estudiantes de entre
los 11 y los 14 años de edad en 76 escuelas, comparando los efectos de la
formación en 38 escuelas con educación convencional con otras 38 escuelas
que implementen mindfulness y habilidades socio-emocionales dentro del
currículo. También se investigará cuál es la manera más efectiva de entrenar a
maestros para que enseñen mindfulness a sus estudiantes.
Otra decena de iniciativas para integrar mindfulness en la escuela han
surgido en los Estados Unidos, dentro de los cuales se encuentran los
proyectos MindUP y Mindful Schools. Este último
programa ha entrenado a miles de educadores que han llevado la práctica
de mindfulness a más de 300,000 estudiantes, principalmente
en California, Nueva York, y Washington, D.C. (Si quieres
aprender qué es mindfulness y cómo puede ayudar a regular tus emociones de
la boca de niños pre-escolares que han practicado mindfulness con el
programa Mindful Schools, mira este notable vídeo).
El sueño de una revolución silenciosa educación, una revolución de la
conciencia y del buen trato, parece estar gestándose en las escuelas, maestro a
maestro, padre a padre y niño a niño. Esta revolución pacífica surge, como cada
revolución, desde una clara conciencia del sufrimiento emocional de los niños,
los padres y los educadores. ¿Qué sentido tiene un sistema educativo donde
sufren los maestros con sobrecargas burocráticas, con la obligación de “pasar
contenidos”—con frecuencia irrelevantes para ellos y para los alumnos— con
climas laborales tóxicos, y a menudo sin los recursos que se
requieren para llevar a cabo su labor? ¿Qué sentido tienen las tediosas
evaluaciones regulares y los deberes que mantienen ocupados y estresados a
niños, padres y maestros? ¿Qué sentido tiene una educación que no tiene como
objetivo principal ayudar a parir el alma del niño, sino estandarizarlo y
dejarlo (más o menos) capacitado para el empleo que tenga más salida cuando
haya pasado por el sistema?
Hay mucho de este sufrimiento estructural que no se soluciona simplemente
practicando meditación en la escuela. De hecho, pensar que mindfulness es la
panacea y dejar de abordar los problemas estructurales a nivel de
políticas educativas sería un gran error e implicaría correr el riesgo de
caer en una suerte de bypass espiritual. Sin embargo ambas
estrategias no son opuestas sino complementarias: el aumento de conciencia de
quienes están implicados en el ámbito educativo a través de las prácticas
contemplativas seculares, puede llevar a generar cambios estructurales que
puedan nutrirse de esa visión más profunda y generar soluciones más
creativas, como en el caso del Proyecto Escuelas Compasivas. Como lo dijo
Einstein, “ningún problema puede ser resuelto con el mismo nivel de conciencia
con el que fue creado”.
Al tener la oportunidad de trabajar actualmente con mi colega Carmen
Verdejo en el Centro de Formación del Profesorado (CEP) de Granada se me
hace patente la frase del maestro de meditación vietnamita Thich Nhat
Hanh: “Los maestros felices van a cambiar el mundo”. Este poder de los maestros
de transformar a otros viene del hecho de que ellos son
sembradores de actitudes antes que inoculadores de contenidos:
enseñan más por quienes son que por lo que dictan. Cuando cambia la manera
en que los maestros se relacionan con sus emociones y pensamientos y comienzan
a responder en vez de reaccionar con sus alumnos, entonces se
abre un espacio relacional distinto y los niños pueden internalizar una nueva
forma de relacionarse consigo mismos y con los demás. En las propias
palabras de los maestros y maestras del programa del CEP en Granada, al
preguntarles sobre cómo ha cambiado su relación con sus pensamientos y
emociones, responden:
“Los maestros felices van a cambiar el mundo”. Afiche
de un retiro sobre ética aplicada para profesores, con Thich Nhat Hanh.
“He descubierto cómo en muchas ocasiones
me niego a mi misma haciendo o estando en lugares o realizando actos que
realmente no quiero en mi vida. Debo cuidar más de mi misma y no dejarme para
el final. Con la meditación, al escucharme, me he dado cuento de ello”.
“Relativizo más mis emociones y
sentimientos negativos, sé que se pasan, no me identifico con ellos”.
“Al ser más consciente de mis emociones
y pensamientos soy menos reactiva. Me comprendo mejor y comprendo también mejor
a los demás”.
“Puedo saborear más
las cosas, vivir más el ahora, tener más tranquilidad y enjuiciar menos”
“En momentos difíciles, la atención a la
respiración y, con ello la meditación, se ha convertido en el ancla que me
permite cultivar las capacidades y fortalezas que me hacen más resistente,
especialmente la humildad y la perseverancia. La humildad para aprender a caer
y la perseverancia que necesito para volver a levantarme al caer”.
Es fascinante imaginar el impacto que puede tener en sus alumnos y
familias este tipo de cambios en los maestros. La manera en que un
maestro se relaciona consigo mismo y con los demás es una de las mayores
enseñazas implícitas que queda en la mente del niño como recurso para toda la
vida. Lo saben vivencialmente quienes hayan tenido la suerte de haber
tenido al menos un buen maestro durante su infancia o adolescencia, y lo saben
por contraste quienes han sufrido de esa carencia.
Pero más allá de la imaginación, es también importante investigar, evaluar
y medir ese impacto de la inclusión de la plena consciencia en las aulas y
afortunadamente cada vez vemos más publicaciones interesantes al
respecto. El último número del journal académico Mindfulness (Febrero 2016) está dedicado íntegramente al tema de mindfulness en el ámbito
educativo, incluyendo 20 artículos que van desde un estudio piloto sobre
la aplicación de prácticas contemplativas
con preescolares con vulnerabilidad socioeconómica, a los efectos de la meditación concentrativa
(shamatha) en el desempeño matemático de estudiantes con déficit atencional e
hiperactividad, hasta una serie de artículos que evalúan la efectividad de programas basados
en prácticas contemplativas para mejorar el bienestar y aumentar la conciencia
en los profesores. La emergencia de este campo de investigación es sin
duda esperanzador, pues al contar con la evidencia es posible validar
y expandir la revolución silenciosa de la conciencia en educación. Las
ideas inspiradas necesitan ser plasmadas en políticas públicas para ayudar a
transformar una sociedad sufriente desde la base: necesitamos soñar con los
pies en la evidencia.
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