"La medicina sexista: "Todos los ensayos están mal hechos desde la perspectiva de género

"La medicina sexista: "Todos los ensayos están mal hechos desde la perspectiva de género
Elena Casado, Irene Aterido y Mª Teresa Ruiz Cantero, tras la realización del debate.
La historia del mundo es androcéntrica y la medicina no es una excepción. Las mujeres esperan más para acceder al especialista, son diagnosticadas más tardíamente y consumen una cantidad mayor de psicofármacos
16/01/2017 09:25 h.imprimir


Miguel AyusoTwitteremail


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Cuando se habla de equidad en el acceso al sistema sanitario se suele pensar en la diferencia existente entre los servicios de las distintas comunidades autónomas, la dificultad de acceso que presentan los inmigrantes y la población rural o la variabilidad de la práctica clínica entre hospitales y centros de salud. Pero se suele olvidar una de las mayores desigualdades existentes que es, además, la más arraigada y persistente: la que afecta al diferente trato que reciben hombres y mujeres.

Como atestigua la última edición del Informe de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SEPAS), a igual salud, edad, renta y educación, las mujeres registran un tiempo de espera para visitas diagnósticas al especialista un 13,6% más largo que los hombres, son diagnosticadas más tardíamente de dolencias cardiacas y consumen una cantidad significativamente mayor de psicofármacos. 

Son solo algunos ejemplos de hasta qué punto existe un sesgo de género en la asistencia sanitaria, asunto sobre el que ha versado la última edición de los Diálogos Inidress.

“Partimos de un cuerpo ideal, pretendidamente universal, sobre el que se forma a la gente: el del varón”, apunta Casado
Como ha explicado en la introducción del debate Mª Teresa Ruiz Cantero, coordinadora del Grupo de Investigación en Salud Pública de la Universidad de Alicante y autora del manual ‘Sesgos de género en la asistencia sanitaria’, la preocupación sobre este importante problema de equidad surgió en los años 90. Fue entonces cuando un estudio publicado en The New England Journal of Medicine sobre las angiografías coronarias puso de manifiesto que cuando las mujeres sufrían un infarto el esfuerzo terapéutico que se vertía sobre ellas era significativamente menor.

Hoy, asegura Ruiz Cantero, “es bastante consistente la evidencia de que las mujeres cuando entran en los hospitales con un infarto mueren más y tienen una tasa de letalidad mayor, porque cuando lo detectan ya están más graves”. Y las razones por las que esto ocurre son la base de una desigualdad que opera a todos los niveles de la asistencia sanitaria y que no se ha logrado solucionar en los 25 años que han pasado desde que se empezó estudiar el problema.

En primer lugar, es sabido que las mujeres recurren más tarde a la atención sanitaria –“porque tienen que hacer sus labores domésticas, de cuidado, y van aguantando hasta que no pueden más”, explica Ruiz Cantero–; pero, además, no se ha investigado o no se conoce lo suficiente las diferencia médica entre hombres y mujeres.

“Está demostrado que las mujeres cursan el infarto de distinta manera que los hombres”, explica la doctora. “Ni la sintomatología ni los signos son iguales, y hasta que la medicina que se enseña en las universidades explique que el infarto cursa de manera distinta los profesionales, sobre todo de medicina general, no lo detectarán a tiempo”.

Mª Teresa Ruiz Cantero cree que la investigación científica origina la desigualdad de género. (Miguel Fernández de Vega / Sanitaria 2000) 

LA INVESTIGACIÓN, EN LA RAÍZ DEL PROBLEMA
El ejemplo de los infartos es quizás el más elocuente de la diferencia de trato que reciben las mujeres respecto a los hombres, pero no es ni de lejos el único, pues la raíz del problema es la misma para todas las patologías.

“Hay un problema en el criterio de normalización de la práctica biomédica”, apunta Elena Casado Aparicio, profesora de sociología en la Universidad Complutense, especialista en relaciones de género y sociología de la salud. “Partimos de un cuerpo ideal, pretendidamente universal, sobre el que se forma a la gente: el del varón, blanco, joven, atlético, sin grasa... Supuestamente vale para todo. Pero no es cierto. Se ha supuesto un ideal que no es tal, y si mi cuerpo no encaja con lo que tú has estudiado, difícilmente te voy a poder atender en las mismas condiciones”.

Es más sencillo hacer los ensayos clínicos con una población masculina, ya que las mujeres tienen una mayor variabilidad hormonal
En opinión de Ruiz Cantero, el problema de origen de todo esto es el sesgo de género en la investigación: “Se produce información parcial, se enseña y se aplica. Se responsabiliza a los médicos, pero me niego a pensar que es mala praxis, el origen está en la docencia que damos y sobre todo en el conocimiento que existe. La mayoría de las investigaciones que se realizan están pensadas solo para hombres”.

Esto ocurre, según la doctora, porque es más sencillo hacer los ensayos clínicos con una población masculina, ya que las mujeres tienen una mayor variabilidad hormonal y son más impredecibles. El argumento “oficial”, explica Ruiz Cantero es que “si la mujer queda embarazada, es importante cuidar la salud maternoinfantil. Pero, cuando se comercializa el fármaco ¿ya no importa?”

En la actualidad, muchas revistas científicas obligan a que los estudios cuenten con una perspectiva de género y organismos como la agencia del medicamento estadounidense (FDA) tienen recomendaciones en este sentido –no así su homóloga europea–. Pero, pese a esto, afirman con contundencia y al unísono las participantes del debate, “todos los estudios científicos están mal hechos desde la perspectiva de género”.

“Creía que los ensayos eran el método más correcto de investigación, siempre te lo enseñan en las universidades, y te das cuenta que serán los ensayos bien hechos, como el comunismo quizás bien hecho, pero en la práctica el comunismo y los ensayos están muy mal hechos”, apunta Ruiz Cantero.

Y para muestra un botón. “El año pasado se comercializó la 'Viagra femenina”, explica la doctora. “En julio de 2015 sale un artículo en JAMA firmado por dos investigadores hombres porque se descubrió que interactuaba con el alcohol y decidieron hacer un ensayo sobre el tema para ver si era cierto. Se hizo el ensayo en 25 sujetos, 23 hombres y dos mujeres. Para una píldora destinada exclusivamente a mujeres”.

Irene Aterido explica qué problemas sufren las pacientes de endometriosis. (Miguel Fernández de Vega / Sanitaria 2000) 

UNA DOBLE DESIGUALDAD
Pero la diferencia en el trato derivada de un conocimiento sesgado no es la única que afecta a las mujeres. En opinión de Ruiz Cantero, el género femenino sufre una doble discriminación. Como se ha explicado, a las mujeres se les trata igual que a los hombres para paliar enfermedades que cursan de formar diferente; pero, en otras cuestiones, se les trata distinto cuando en realidad son muy parecidos.

Irene Aterido, fundadora y miembro de la Comisión de Impulso de Endomadrid, ha sufrido en sus carnes esta discriminación. En su periplo por las consultas ginecológicas en busca de soluciones para la endometriosis –una enfermedad que, como ella, sufren una de cada diez mujeres en edad fértil– asegura haber vivido todo tipo de situaciones denigrantes.

“Cuando entra una mujer a la consulta, casi cualquier síntoma o queja se puede convertir en algo ginecológico”, apunta Aterido
“Es totalmente palpable que en el momento que una mujer entra en una consulta es tratada como una niña”, apunta Aterido. “Su palabra, lo que expresa, no es reconocido como un síntoma. Es algo inespecífico, una queja, pero no es un síntoma. Hasta que se hace síntoma pasa mucho tiempo”.

En su opinión, las mujeres sufren, además, una suerte de ginecologización de sus problemas de salud: “Cuando entra una mujer a la consulta, casi cualquier síntoma o queja se puede convertir en algo ginecológico, sea que te duela el hombro o la punta de la nariz. Muchas mujeres que no van al médico para nada, sí van al ginecólogo. Nuestra atención médica pasa mucho por una especialidad, y lo que va a hacer un especialista es encontrar cosas compatibles con su especialidad. Va a intentar medicarte con el arsenal que tiene, básicamente anovulatorios o cirugía”.

Es de sobra conocido que existe una tendencia a medicalizar a las mujeres en procesos vitales no patológicos, como son la maternidad o la menopausia, y se han detectado diferencias significativas en el consumo de psicofármacos, más alto en el caso de ellas, sin que esto se relacione con una mayor prevalencia de trastornos mentales. 

“Existe una tendencia a tratar como problemas psicosomáticos lo que realmente, con el paso del tiempo, se evidencia que es una enfermedad física grave”, apunta Ruiz Cantero. “Hay un artículo de científicas famosas, algunas premio Nobel, que explicaban su historia de vida y cuentan que les decían que estaban nerviosas, que se tomaran unas vacaciones, o cosas por el estilo, cuando luego resultó que tenían una esclerosis múltiple u otras enfermedades graves”.

En opinión de Aterido, este prejuicio opera, además, en un doble sentido: se tiende a sobremedicar a las mujeres para determinadas cuestiones, pero se les niega el acceso a fármacos apropiados en otras: “A las mujeres con alta frecuencia se nos niega una analgesia adecuada a los síntomas que tenemos. Un hombre entra con los mismos síntomas de dolor, el que sea, y hay más probabilidades de ser enviado a una unidad de dolor. Las mujeres con esos mismos síntomas tiene más posibilidades de acabar en el psiquiatra. A la mujer se le dice que está buscando una droga y este discurso explícito conforma a su vez la identidad femenina como paciente, en la cuál tus síntomas no valen, tu palabra no vale, lo que tu sientes no es reconocido”.

Elena Casado explica cuáles son los condicionamientos sociológicos de la desigualdad. (Miguel Fernández de Vega / Sanitaria 2000)

ES NECESARIA LA IMPLICACIÓN DE LAS SOCIEDADES CIENTÍFICAS
Las tres ponentes del debate son muy críticas con lo poco permeable que son las sociedades científicas a abordar una perspectiva de género en sus actuaciones. “Son éstas las que al final hacen el curriculum, las que introducen una hora o un módulo relativo al dolor, al género, o a los condicionantes sociales de la salud”, apunta Aterido. “Las sociedades médicas, por lo menos en España, son un elemento bastante conservador. Desde luego en las que atienden la salud de las mujeres de manera específica, como la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia o la Sociedad Española de Fertilidad, se ignora la investigación que tiene que ver con los condicionamientos sociales –por qué enfermamos, de qué manera enfermamos, por qué hay más endometriosis…–”.

“La profesión médica es una más de las tantas profesiones donde se refleja el sexismo de la sociedad”, asegura Ruiz Cantero
Siempre existe un desfase entre lo que se está haciendo en docencia e investigación y la práctica. Pero, en opinión de Casado, se trata de una brecha que, en el caso de la perspectiva de género, es especialmente alargada: “La formación en dimensiones sociales y antropológicas en medicina, hasta que dan algo de salud comunitaria, es inexistente. Cuando llegas a consulta, ¿cómo se va a plantear que cómo vives influye en cómo enfermas si no les hemos capacitado para eso? No solo hay que aprender las diferentes fisiologías, también que la implicación de la mujer en el cuidado de los otros tiene consecuencias en su salud o en su forma de hacerse cargo de la cronicidad. La medicina se resiste a tener en cuenta esta perspectiva”.

Al final, como apunta Ruiz Cantero, “la profesión médica es una más de las tantas profesiones donde se refleja el sexismo de la sociedad. La historia del mundo es androcéntrica y la medicina también”.

Por suerte, según la investigadora, poco a poco estos asuntos se tienen más en cuenta: muchas revistas científicas exigen ya una perspectiva de género en los estudios que publican –una labor de cribado que la propia Ruiz Cantero realiza para Gaceta Sanitaria–, cada vez hay más presión para que se incluyan mujeres en los ensayos clínicos e, incluso, el Ministerio de Sanidad cuenta con un Observatorio de Salud de la Mujeres, que, aunque en la actualidad está en punto muerto, ha dado un gran impulso a los estudios de género.

Obviamente queda mucho por hacer. “Construir una agenda política, mediática, educativa lleva muchos años”, concluye Ruiz Cantero. “Pero poco a poco se va introduciendo. Y aquí estamos unas cuantas poniendo un granito de arena”.

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